Llevaba meses y meses sin pasar por aquí, pero ya estoy de vuelta.
El otro día, en uno de esos minutos del día en los que una se siente una explotada laboral, se me ocurrió la absurda y a la vez genial idea de ponerle mi cara a cenicienta, imprimir la foto y colgarla en la pared de mi oficina.
Así que inicio la búsqueda en Google y escribo «cenicienta pobre limpiando», empiezo a hacer skroll y de repente, cuál será mi sorpresa cuando me encuentro una foto mía. UNA FOTO MÍA. Así es como me ve la red, cómo me ve Mark Zuckleberg, cómo me ve el mundo. Supongo que así también me verá mi jefa.
Sé que llevaba mucho sin escribir, pero un acontecimiento así tenía que ser publicado, contado, cantado, gritado a los cuatro vientos a vosotros cuatrogratos que me leéis.
Muchas cosas han pasado desde la última vez que publiqué. Por ejemplo: holaquétalmehecasado. Esto merece un capítulo aparte, o varios, por eso puedo prometer y prometeo contaros cómo, cuándo y por qué los #nuevospobres decidieron dar el sí quiero y gastarse sus ahorros pasados y futuros en un fiestón.
Siempre recordaré el día en que el Rey abdicó, como aquél en el que misteriosamente me encontré un chicle pegado en la parte interior de mi calcetín derecho. Extraño hecho. Y es que no sólo soy nueva pobre, sino un poco torpe. Y quizás sea cosa de la porquería que fluye por las aceras de Madrid, o quizás otro mensaje paranormal de parte de ese antepasado que desea verme con un futuro mejor; estoy intentando descifrar qué puede significar…
El caso es que llegué a casa, me quité los zapatos, los calcetines, casi poto del asco y pensé: qué mala reina sería yo…
Cosas por las que no podría ser reina de España:
1. Sólo por el hecho de casarme en la denominada «Catedral de Madrid», otrora denominada Iglesia de la Almudena, otrora denominada «la mayor aberración de arquitectura de interiores jamás construida por la mano del hombre»… bajo el sermón del antiguo artista Paco Clavel, ahora llamado Rouco y convertido en cabeza de la Iglesia española, me hubiese dado tal urticaria que me hubiesen tenido que sacar de allí en camilla.
Con chandal y tacones, elegante a la par que informal…
2. Tener que madrugar para estar tiesa en un desfile militar. Peluquería, maquillaje, modelito cosido con la tela de las cortinas, tiara de museo geominero, banda de tela, zapatos para estar a la altura de la torre del marido-rey… Seguro que andaría como un pato mareado y me parecería más a una de las hermanas de Cenicienta que a una reina de verdad.
La sencillez como modo de vida royal.
3. El besamanos. O pasamanos. O como se diga. Tienes que saludar a cientos de personas al día. Cientos de personas que no sabes si se han lavado las manos después de hacer pis. Me imagino con el bote de gel antibacteriano bajo el sobaco y frotándome las manos entre entre saludo y saludo.
¿Os habéis lavado las manos, cochinillos?
4. Salir en el Hola. Me da mucho miedo salir en el Hola. No sé quién es el encargado o encargada de filtrar con Photoshop las caras de las famosas. Pero no he visto nada igual en mi vida. Horror.
Yo ni soy royal, ni tengo photoshop.
5. Las reinas no hacen caca. Ellas ya tienen su trono de verdad. Y yo no podría estar tanto tiempo sin ir al baño. La reina madre Sofía debe de estar muy contenta de que por fin podrá deshacerse del producto de 40 años de cóctel real.
Yo no hago esas cosas. Jó-de-piiiiiii.
Y estos son los 5 puntos del por qué yo no podría ser reina. Sí me gustaría poder decir: mi Reino por una Mahou. Eso sí molaría
Ahora sólo me queda esperar al discurso de Navidadpara ver cómo maneja Felipe el movimiento de cabeza en el cambio de cámara. También he pedido audiencia con él para que me firme mi título de Licenciada en Historia, seguramente valga la misma mierda con su firma que con la de su padre, pero a lo mejor me consigue sacar de esta mi condición de nueva pobre.
¡Viva la nueva pobre! ¡Viva!
Esto no es un adiós, es un hasta lue… Vale, es un adiós.
Nosotros, #nuevospobres, los premiados por el Altísimo (que no por nuestros años eternos de estudio, esfuerzo y dedicación) con un empleo digno, sabemos que recibir un sueldo a fin de mes es la mayor recompensa para nuestras largas jornadas laborales. Generalmente cuando llega el día 28 del mes, servidora se empieza a poner nerviosita con el tema. Como me he descargado la aplicación de mi banco en el móvil (meeeecc, error), lo miro compulsivamente, cada hora, durante los 4 últimos días de mes, hasta que el Altísimo (esta vez me refiero a la persona que me paga en la Empresa) decide ingresarme el sueldo.
Los meses de fortuna puedo estar más o menos desahogada (esto significa: que no me fíen en la cafetería del trabajo), pero los meses trágicos sobrevivo desde el día 25 comiendo pan y agua (metáfora de «no tengo un duro», sí que como). Excepto el pasado mes de abril, que por un error de cálculo en el pago de las vacaciones de verano, me ingresaron el sueldo, me realizaron un cobro, adiós sueldo. Mi madre me pide con resignación el dinero prestado. Cuánto rencor.
En aquellos meses trágicos una se pregunta ¿dónde-coño-se-ha-ido-el-sueldo? Os recomiendo que no estudiéis vuestros hábitos de consumo. Ya os conté una vez que tengo un Kakebo («el libro de cuentas japonés para uso doméstico», 20 € en Blackie Books). Y que el 95% de mi sueldo va a parar al apartado «ocio y vicio». Vale, cuando llevas cinco meses seguidos utilizando el maldito Kakebo para todos los malditos gastos y sigues confirmando mes a mes que el 95% de tu sueldo va a parar a «ocio y vicio», y que así seguirá siendo por los siglos de los siglos, amén, es el momento de resignarse y dejar de utilizarlo. Y así esperar con ansia e imperiosa necesidad el día en que al Altísimo le de por ingresarte el sueldo.
Y es que, #nuevospobres, una no trabaja gratis (o no debería), excepto cuando puedes colaborar un poquito en algún proyecto bueno y divertido, como este vídeo de Alborotador Gomasio, dirigido por el gran Quique Santamaría y con Julio Llorente haciendo la foto ¡Disfrutadlo!
Porque madre no hay más que una, y justo me tocó a mí. Dedico este post a todas las madres, las que lo serán o las que no quieren serlo, porque no les da la gana y punto.
Hoy en #losnuevospobres: Treintona sin hijos.
El otro día, hablando con unos amigos, nos percatamos (a buenas horas) de que a nuestros treintaypico (treintaypocos) jamás podremos convertirnos en madres/padres jóvenes. Si soy sincera, de jueves a domingo no siento para nada la llamada ni la imperiosa necesidad de procrear. De lunes a jueves, quizás, un poco más. Y es que, #nuevospobres, como sigamos así, me imagino caminando con ayuda de un andador al lado de mi hijo, que también caminará con ayuda de un taca-taca; en vez de tener padres van a tener abuelos. Tan curtidita voy a estar que espero que nazcan con la jubilación bajo el brazo.
No puedo evitar pensar que me encanta dormir muchas horas seguidas, ver una peli sin interrupción, improvisar salidas nocturnas, que no me gusta el olor a caca pero sí me gusta gastarme el sueldo en nimiedades… Aunque dicen que se les quiere mazo. A mí, particularmente, me cuesta creer que mi madre me quiera tanto, precisamente porque el pasado domingo llegué una hora tarde a la comida del Día de la Madre, le devolví el coche asqueroso, sin gasolina y apestando a queso que huele a partes nobles. Además aparecí con el móvil roto y sin regalo… (esto último es para introducir el próximo post: #móvilroto).
Mi Santo tiene el gran plan de, si alguna vez decide engendrar un vástago, cuando el heredero cumpla la edad de 3 años será enviado a un internado lo suficientemente lejos como para que la diferencia horaria no permita coger el teléfono en caso de problemas. Los progenitores recibirán al heredero cuando éste llegue a la tercera década de vida y, tras una exigente entrevista,se decidirá por parte del comité familiar si es digno o no de llevar su apellido. No me parece un mal plan. Después de todo, te tragas las cacas y vómitos (no en el sentido literal, entiéndase), pero te ahorras la adolescencia, que hoy en día va de los 10 a los 30.
Sin más, os animo desde aquí a pasarlo bien un rato, ayudando a aumentar la escasa natalidad de este nuestro país ¡¡Procread malditos!!
Sed felices y comed crías de perdices.
Una #outgirl, sin oficio, ni beneficio, ni tan siquiera herederos…
Hola #nuevospobres, sí, ya estoy de vuelta de vacaciones. Ay, vacaciones. No hay nada más de nuevopobre que las vacaciones…
Anuncio sugerido en mi muro de Facebook. Dieta para Treintonas ¿qué demonios es una treintona?
Pero no es de eso de lo que os quiero hablar. Llevo unas semanas pensando en qué clase de treintañera soy. Treintañera, la edad límite entre los que cruzan el puente hacia la responsabilidad y los que pasan de hacerlo. Cuando tus amigos deciden que mejor maduran y tú te aferras a las veintena luchando contra el maligno y gritando: ¡¡nooooo, no me lleves hacia la madurez, no quiero ir hacia la luz!! Y vas a casa de tus colegas, que tienen hijos y Thermomix. Cuando estás allí sentada con un bebé en brazos, recibes un whatsapp de una amiga en tu misma condición que te dice: «anoche me lié con dos, jaja». Y tú contestas: «qué crack, jaja». Y miras a tu alrededor y te preguntas: ¿qué clase de treintañera soy?
El otro día fui a comprarme una crema hidratante. La dependienta, muy maja, me enseñó una: calidad/precio aceptable. Me la llevo. De repente, me mira fijamente y me pregunta: ¿pero cuántos años tienes? Titubeé. Respondí. Se encendió una alarma, wuaaa wuaaa wuaaa: mejor llévate esta, me dice. Es antiarrugas, fresca y ligera, es muy cómoda para el día a día, y con SPF 20… Llévate también la de noche, a tu edad es muy importante prevenir. Las treintañeras estáis llenas de estrés y hay que protegerse de los radicales libres ¿Los qué? Y también te voy a dar un contorno de ojos, tendrás que combatir esas patas de gallo. Es que me río mucho, señora ¿Quieres llevarte también el serum? ¿El serum, señora, se dice en latín?
Así que no supe decir que no, y me fui con una bolsa llena de cremas que no sabía que necesitaba y con muchos euros menos en una cuenta bancaria que hace eco…
Y es que #nuevospobres, a esta edad, una no sabe si ponerse la crema antigranos o la crema antiarrugas o las dos a la vez y que gane la mejor.
A veces me olvido de ponérmelas y sé que me llenaré de arrugas y manchas en la piel. Por eso jamás, jamás, jamás… dejaré de ser una OutGirl.