
¿Sabéis #nuevospobres? soy historiadora. No sé muy bien en qué consiste esta profesión, creo que es algo así como saber cosas del pasado para analizar el presente, o algo parecido me dijeron durante la carrera. No es una carrera tan fácil, pero no es difícil. Simplemente vas, lees mazo de libros raros tipo «El poblamiento de Cuenca y su crecimiento en épocas de trashumancia, s. XIII-XIV» , lecturas que en un momento de tu vida te llegan a interesar; estudias, escribes cosas con palabras tipo «paradigma», juegas al mus, te bebes una ginebrita digestiva antes de meterte en clase. Y luego te gradúas. Finalmente decides buscarte un trabajo que te divierta como colaborar en Saturday Night Live (ya hablaré sobre mis intentos frustrados) y terminas currando en algo que ni te gusta ni te disgusta, típico trabajo pichípichá. Me diréis: te lo mereces ¿estudiar historia? ¿en serio? Lo sé, tenéis razón. Debería haberme metido en Gran Hermano.
Así que aquí va mi #CONSEJONUEVOSPOBRES para hoy:
Cuándo tengáis hijos, sed muy tiranos, obligadles a estudiar (o a no estudiar) algo que les proporcione un futuro, tipo económicas o participar en «mujeres, hombres y viceversa». Ponedles podcast o casettes con vuestra voz repitiendo en bucle frases del estilo «voy a ser notario, voy a ser notario, voy a ser notario…». Mandadles a la VozKids, aunque canten mal. Ah, y a un colegio de esos en los que se pueden hacer amigos con barco.
Y hablando de errores y aciertos maternos, aprovecho este post para reprocharle a mi santa madre que no me hiciese los agujeros en las orejas nada más nacer. Con 18 años decidí que ya era hora de convertirme en mujer y me acerqué a una farmacia, con decisión y valentía. Cuando estaba sentada en la rebotica, un joven de bata blanca, con una pistola en la mano me susurra al oído: es mi primera vez. En ese momento supe que la tragedia se mascaba. El joven acercó la pistola a mi lóbulo derecho. Un ruido aterrador resonó en mi tímpano. «Oh, oh» escuché. La pistola se había quedado atrancada en mi oreja. Noté la sangre caer. Pero como soy muy educada sonreí y dije, no pasa nada, mientras por mis ojos pasaba mi vida entera, desde que salí del útero de mi santa madre hasta ese trágico momento. Tras media hora de intentos fallidos consiguieron sacarme la pistola del lóbulo de mi oreja derecha, con un horrible pendiente anti alérgico de recién nacida hortera. «¿Te hago la otra oreja?», susurró el joven torpe de bata blanca. No gracias.
Así que allí me fui con un pendiente anti alérgico y la oreja derecha morada, con la barra de dignidad al 5%, cagándome en el momento en que mi santa madre decidió no hacerme los agujeros nada más nacer.
Así que eso soy, una historiadora que no ejerce, nueva pobre y con un agujero maltrecho en la oreja derecha.
Sed felices, comed perdices con una FP y sin orejas. Seguro, segurísimo, que sabrán mucho mejor
Una outgirl.