Lo sé amigos, hace un montón que no escribo, y me he fustigado bastante por ello, pero he tenido un par de semanas intensas labrándome un futuro digno y esperando abandonar pronto esta mi condición de nueva pobre. Ya os contaré en otra ocasión mis problemas procrastinatorios, antes llamados dejadez. He trabajado mucho, sí, pero también me he comprado unos zapatos preciosos y caros. Me he ido de fin de semana a un castillo. He comido en un restaurante estrella Michelín (el otro día me enteré que se pronunciaba Mishelán, estos gabachos cómo son). También han cerrado el Museo del Prado para mí…
No puedo dejar de relataros el fin de semana riojano donde mi Santo y yo fuimos amablemente invitados por un grupo de sabios abogados maduros (de la misma edad que yo, pero maduros). Nos alojamos en un castillo del siglo XIV, no tipo Port Aventura, sino de los de verdad.
Me comporté como una verdadera #horteranuevapobre:
- Grité «ah del castillo» al cruzar la puerta ante la mirada atónita de los presentes, a los que aún no conocía.
- Saqué todas las fotos posibles. Estos artistas, cómo sois, nos decían algunos. Yo no soy artista, querida, sólo estoy flipando. Las mandé por whatsapp a los colegas. Dar envidia era mi objetivo.
- Bebí todo el vino caro que me sirvieron. Hubiese bebido más, pero no me lo sirvieron.
- Bailé entre los viñedos del castillo. Vestida.
- Posé delante, detrás, a un lado y a otro de las obras de arte. Porque la bodega en cuestión, queridos, tiene una colección de arte contemporáneo ¿cómo te quedas? Muerta Sánchez…
- Nos levantamos y el desayuno estaba puesto. Os lo digo para que lo sepáis (no es una información relevante pero era mi deber informar de este hecho puntual sin gracia ni sentido).
Pero cuando llegó el domingo, #nuevospobres, mi Santo y yo volvimos a casa habiendo pasado un estupendo fin de semana… Fue entonces cuando, en el atasco de 3 horas entrando a Madrid, abrí la aplicación del banco que llevo en el iPhone, miré el saldo de mi cuenta y apagué el móvil. Al llegar a casa compré patatas para todo el mes. Porque una puede comer en un restaurante con estrella «Mishelán» y no despeinarse, pero de mi arroz con patatas hervidas, no encontraréis jamás, jamás, jamás, una foto en Instagram.
Sed felices, comed perdices e inmortalizad el momento. Pero el resto del mes, cuando comáis vacas flacas, vosotros, ni mú.
Una Out Girl